JMG: La situación en este momento de los medios de comunicación no es que sea dramática: es tétrica. Si yo vuelvo como quiero, tengo que ponerme en el medio de un río. Y claro, para que la corriente no te lleve tienes que tener los anclajes que te faculten para seguir siendo como eras: plural, independiente, claro y sincero. En este momento el periodismo ha retrocedido tremendamente.
Entonces, ¿por qué se hace? ¿Porque es rentable?
Porque no se busca la independencia, se busca el circo.
¿Para ganar espectadores?
Sí. Para ganar espectadores momentáneamente… y para perderlos a la larga.
¿El espectador puede llegar a cansarse?
Ya se está cansando, clarísimamente. Sólo hay que mirar las audiencias para ver que se está aburriendo y piensa que es detestable. La imagen del periodista queda por los suelos.
¿Qué le recomendarías a una persona que quisiera empezar a dedicarse al periodismo?
Que volase hacia América.
¿Qué es lo que más echas de menos de hacer un programa diario de radio? Mira, podría haber tenido al principio algún temor. Dimití porque soy un hombre de empresa, pero lo que no soporto son los caprichos de los empresarios. Me equivoqué cuando di el paso de dejar la Cope —donde me ofrecían quince años de contrato— por montar un imperio con Telefónica. Avisé al presidente de que no íbamos a ser amanuenses. Y a los tres meses me di cuenta de que me había equivocado gravísimamente. Porque José María Aznar es, después de Franco, el mayor dictador que yo he conocido. Al punto de —siendo yo responsable de la información deportiva de Antena 3 TV, Vía Digital y Onda Cero— levantar un vídeo faltando tres minutos para iniciar el telediario. Censura pura y dura. Lo digo sin rubor, lo puedo demostrar y lo repito: después de Franco, el mayor dictador sobre la prensa española ha sido Jose Mª Aznar. (sic)

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