Mourinho acaba de iniciar su tercera temporada al frente del Madrid y cada vez le cuesta más trabajo ponerse de acuerdo con sus jugadores. Las derrotas en Getafe (2-1) y en Sevilla (1-0) han servido de impulso para que el propio entrenador abriera una crisis con los jugadores. Si el objetivo de las provocaciones públicas fue generar un estímulo, el plantel no lo percibió así. El hartazgo que arrastra el personal desde hace meses no ha contribuido a suavizar las relaciones. El origen del desencuentro no es reciente. Se remonta a 2010 y, entre otras cosas, tiene raíces tácticas. “Cuando los rivales nos esperan él [Mourinho] no sabe darle soluciones al equipo”, dice un jugador. “Ocupamos los mismos espacios, nos estorbamos, no sabemos movernos. Nos bloqueamos. No es falta de voluntad por nuestra parte. Pero él sale a las ruedas de prensa y nos echa la culpa a nosotros”.
Desde hace dos años los jugadores del Madrid advierten que el círculo de la preparación no acaba de cerrar. A los entrenamientos les falta, dicen, una buena dosis de eso que llaman “ataque estático”. Insisten en que el técnico no trabaja con el grupo para generar movimientos sincronizados capaces de crear espacios cuando los rivales se cierran en su campo a esperar y son ellos quienes deben llevar la iniciativa con el balón. Esto ocurrió en Sevilla (1-0), donde el Madrid se mostró agobiado ante la necesidad de tener que elaborar el juego sin poder contragolpear. Mourinho insiste en los desplazamientos largos y rápidos, en la velocidad, y en la furia competitiva, como si fuera la panacea. Pero esto, observan sus futbolistas, no siempre es una solución. Mucho menos cuando el rival se adelanta en el marcador.
El año pasado el Madrid debió remontar 10 partidos en Liga. Perdió uno y acabó imponiéndose en nueve. Pero, salvo contra el Zaragoza en el Bernabéu (3-1), las ocho remontadas restantes se agilizaron gracias a decisiones arbitrales polémicas: ocho penaltis a favor del Madrid y siete expulsiones de rivales por una sola expulsión madridista (Di María) fueron el saldo de aquellos combates. En Mallorca, además, el árbitro anuló un gol legal de Víctor que se habría convertido en el 2-0. Y, cuando acabó el partido contra el Betis (2-3), los jugadores entraron al vestuario riéndose porque el juez había ignorado sendas manos de Ramos y Alonso en el área de Casillas.
Mourinho siente que el vestuario no le apoya. Sentencia que la culpa de la actual crisis la tiene los jugadores porque, como dijo en Sevilla, se han desmandado hasta crear “un estado de ánimo colectivo” en el que no abundan “cabezas comprometidas con el fútbol”. Los jugadores, por amplia mayoría, creen que Mourinho elude su responsabilidad, o incluso que emplea las conferencias de prensa “para prepararse el camino” y, eventualmente, “quitarse de en medio”. Le imaginan fuera del club más pronto que tarde.
Diego Torres (El País 16.09.2012)
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