Si vendes, eres bueno, y si no, eres malo.
Más allá de aspectos técnicos,
¿cómo distinguir lo bueno de lo que no lo es?
Seguramente la respuesta no está en las cifras, sino en el legado que otros han dejado antes, guiando un camino marcado por la emoción perdurable que provocaron sus obras.Gracias a gente como (por ejemplo) Fellini, Berlanga, Fernando León, Polanski, Serrat, Sabina, The Beatles o Andrés Calamaro, podemos rápidamente concluir que, pese a acumular muchos números, pese a tener éxito, el cine de Torrente y la música de Tamara no sólo son productos de pésima calidad, sino además de muy mal gusto, por faltarte de una manera tan ordinaria el respeto a tanta gente que con su talento honraron a la profesión a la que se dedicaron, convirtiéndola en arte.
Los apasionados de las cifras, y no del contenido de las cosas, encuentran hoy en día en Mourinho a su entrenador de fútbol ideal. Gana y gana y gana, allá por donde va. Ha entrenado en 4 países, y ha ganado títulos en todos. Y tras este rastro, que sin duda es muy valorable y difícil de igualar, ¿qué queda? Muy poco. Equipos de los que nadie se acuerda (¿a qué jugaba su Chelsea? ¿Y su Inter?), y ni un solo canterano asentado en un 1º equipo a lo largo de su carrera (qué significativo, qué triste).
Mourinho, siempre que llega a un club (superpoderoso hasta ahora), se gasta tropecientos millones de euros en fichajes, crea equipos tan competitivos como cobardes en su propuesta, su fútbol no deja nada brillante en el recuerdo, gana títulos y se va. Y se acabó.
Se acabó al menos para los que pensamos que el fútbol además de un deporte es un espectáculo, en el que volcamos nuestras ilusiones de ver a grandes jugadores haciendo grandes partidos. Al menos para los que asociamos la emoción y el placer de disfrutar viendo a un equipo dominando en el campo con el deseo de que este equipo gane.
Pero no todos pensamos así, y es necesario recalcar esto. Los teletextistas no aprendieron nunca. Ni con el Madrid de Di Stéfano, ni con el Brasil de Pelé, ni con la Holanda de Cruyff, ni con el Madrid de La Quinta del Buitre, ni con el Barça del Dream Team, ni con el Ajax de Van Gaal. Ni siquiera aprendieron con la selección española que ganó la Eurocopa, ni con la que ganó el Mundial. Ni siquiera ahí.
¿Porqué iban a hacerlo con el Barça de Guardiola?
Aunque la diferencia entre una forma de entender el fútbol y otra es tan descomunal como evidente, no tengo la más mínima duda de que, cuando pasen los años y este equipo tan glorioso que es el Barça de Guardiola esté ocupando un lugar en la historia, los enamorados de las cifras seguirán hablando de que lo que importa es “ganar, y no jugar bonito”, como si ambas cosas no hubiesen sido alcanzadas, y colmadas, por multitud de equipos.
Los amantes del mal fútbol, los defensores de la mezquindad, tienen la extraña cualidad de ser inalterables en su no-aprendizaje ante el placer, tienen inoculado el dogma capitalista de que el fin justifica los medios, y es tan pequeña su grandeza que ni se enteraron en el pasado, ni se enteran en el presente ni se van a enterar en el futuro.
Y cuando dicen que simplemente les gusta otra forma de entender el juego, la propia realidad se encarga de dejarles sin argumentos. ¿Conocéis a alguien que diga “Qué bien jugaba la Grecia campeona de Europa de 2004”, “Me encantaba el juego del Brasil de Dunga” o “Qué equipazo era el Madrid de Capello de 2007”, por poner algunos ejemplos?
Al aficionado del fútbol de teletexto, que exclusivamente se alegra si su equipo tiene un número más alto en su marcador que el rival, no le interesa lo que pasa en el partido. Quien domina, quien llega más que el rival, quien propone el juego, quien destruye. Todo le da lo mismo. Su cinismo está a prueba de todo. Por eso le da lo mismo el Athletic de Caparrós, el Arsenal de Wenger o lo que sea. Si un equipo gana, está bien, si pierde está mal, y si empata queda pendiente de análisis. Su reduccionismo es atroz, y la solidez de sus argumentos es extraordinariamente nula.
Al enamourado del teletexto, cuando lee una novela no quiere rollos de tramas y demás. Lo que quiere es que el detective atrape cuanto antes al ladrón, y así cerrar el libro y dedicarse a otra cosa. Y en relación al fútbol, le pasa lo mismo. Lo que menos le importa es lo que pase durante el partido. Incluso le resulta incómodo tener que verlo. Lo que quiere es que acabe cuanto antes.
Si su equipo ha ganado, “todo está bien y así se hacen las cosas”. Y si ha perdido, “todo está mal y los jugadores no le echan huevos”. No tiene convicción en una idea, más allá de lo que le diga el último resultado obtenido por su equipo favorito.
¿No asusta pensar que la evolución del ser humano se reduzca
a rudimentarismos así, entrados ya en el s. XXI?
El teletextismo, en cualquiera de sus formas, necesita de consumidores irreflexivos, de escépticos emocionales, de gente que no encuentra placer en lo que ve, en lo que lee o en lo que escucha. Sólo les interesa el resultado de las cosas, y para ellos el resultado se reduce exclusivamente a las cifras, y nunca al contenido, ni a lo que deja tras de sí esa cosa en el recuerdo.
No les hables de una vela en la mesa, de una sugerente música de fondo, de una luz ténue en el comedor, de los cubiertos bien colocados, de un aperitivo. Ponles el plato en la mesa y a zampar, que es de lo que se trata, de ingerir para seguir sobreviviendo.
Y ahora llega una reválida más. La vida no siempre da revancha, pero al menos el fútbol sí. Se enfrentan en semifinales de la Champions League el teletextismo del Madrid de Mourinho contra el buen fútbol como bandera de Guardiola. Dos estilos contrapuestos.
Por un lado, el Madrid de Mourinho se asume, por insólito que parezca, como un equipo pequeño. Hablan de villarato, de los árbitros, del calendario, de los horarios, de la manía que les tienen los rivales, de las simpatías que esos rivales tienen hacia “los otros”…de lo que sea, con el fin de no hablar de fútbol. La estrategia constante de desviar la atención trata de que se teletextice la realidad. De dar titulares, de poner cifras sobre la mesa, para que no quede al descubierto que el Madrid de 20 internacionales en su plantilla, de más de 400 millones de presupuesto, de más de 100 años de gloriosa historia, juega como si fuera el Racing de Santander, o el Recreativo de Huelva.
Se trata, en este mourinhismo que les atrapa, de que lo menos importante sea el fútbol. Y a 8 puntos del Barça en liga (a muchos más que el Madrid de Pellegrini), y habiéndose comido 5 en el Camp Nou en Liga en un baile memorable, hacen lo que pueden para lograr que la realidad quede tapada a base de evitar que los argumentos futbolísticos les desnuden.
No tengo ninguna duda. Los enamourados del teletexto como forma de analizar la realidad seguirán fieles al “ganar como sea” pase lo que pase en esta eliminatoria. Ni aprendieron, ni aprenden ni aprenderán, porque, no lo olvidemos nunca, uno casi siempre no llega hasta donde quiere, sino hasta donde puede.
El Barça de Guardiola es admirado en todo el mundo no ya sólo porque ha ganado y sigue ganando mucho, sino por cómo lo hace. Quedará en la historia como un extraordinario equipo, que dignificó al fútbol, que lo defendió con valentía y que lo mejoró. Que, con muchos jugadores de la cantera, dio bailes por todo el mundo siendo siempre protagonista.
Del Madrid de Mourinho, desde el mismo día que se vaya del club, no quedarán más que sus títulos. No quedará menos, sin duda, pero, no quedará nada más. Ni estilo propio de juego, ni canteranos asentados en el 1º equipo. Y esta diferencia entre uno y otro, el legado que dejan, marca la diferencia entre el fútbol de verdad y el fútbol de teletexto.
A todos lo que no creyeron en el buen fútbol como un vehículo hacia la felicidad lo suficientemente rico como para defenderlo siempre, pase a lo que pase, a todos ellos, que viven teletextizados en un mundo vacío, con perdón de las damas, ….que la mourinhen. Y pase lo que pase en esta eliminatoria, que la sigan mourinhando.
PD. “Mourinho ha ganado fuera del campo, le regalo su Champions particular. Nosotros hablaremos en el campo. A las 20:45 vamos a salir a tratar de ganar, jugando al fútbol”.
Pep Guardiola, ayer martes, en la rueda de prensa
Autor: Jorge Cappa